Septiembre es el mes de vuelta a las Clínicas de Fertilidad

Con septiembre volvemos a la rutina. Este mes es sinónimo de vuelta al cole y también de vuelta a las consultas de fertilidad. ¿Sabes por qué este mes es propicio para iniciar un tratamiento de fertilidad?

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Septiembre, mes de vuelta a consultas de fertilidad

Septiembre es por excelencia el mes de los cambios, de vuelta a la rutina y de marcarse nuevas metas y propósitos. Con septiembre retomamos los proyectos que dejamos en «reposo» durante las vacaciones, entre ellos el de buscar un hijo. Es un buen momento para volver a las consultas de fertilidad , de retomar la ilusión por concebir y es que, ¿por qué no?, septiembre es también el mes de la esperanza.

Las consultas de fertilidad retoman su actividad

Para las parejas con problemas de fertilidad, septiembre es un mes clave para concebir. Las merecidas vacaciones han terminado y éstas nos proporcionan el descanso necesario para volver con mucha ilusión a perseguir nuestros sueños.

El estrés no es un buen aliado de los tratamientos de reproducción asistida, por ello el mes de septiembre es propicio para comenzar un tratamiento y concertar una cita en la consulta de fertilidad,  puesto que estamos relajados y con las ideas renovadas.

El estrés y la fertilidad

El estrés es uno de los factores que puede afectar de forma negativa a la fertilidad.  Aproximadamente un 15 % de las parejas que acuden a una consulta para tratar un tema de infertilidad no tienen una causa fisiológica aparente que pueda explicar el problema. Algunas de estas parejas podrían estar afectadas por el estrés, cayendo en un ciclo vicioso: el estrés causa infertilidad, y la infertilidad causa estrés.

Entre las consecuencias del estrés, cabe señalar que en altos niveles puede cambiar los niveles hormonales en las mujeres, causando ovulación irregular y espasmos en las trompas de Falopio, lo que puede alterar la fertilidad. También se ha encontrado que en pacientes con altos niveles de estrés, se producen contracciones uterinas, que aunque la mujer no las sienta, pueden afectar la implantación de los embriones. En el caso de los hombres, los niveles altos de estrés pueden disminuir la producción de espermatozoides.

 

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